Looking for some fun [Libre]

Y ahora yo me preguntaba... ¿Qué hacía en el DarKnights una noche como ésta? Totalmente despejada, iluminada por la luna, maravillosa para dar un largo paseo y salir de las cuatro paredes en las que siempre me encontraba metido, que: O bien eran las de algún local de moda -en éste caso el DarKnights- o en mi habitación estudiando. Éste último caso se daba en rara ocasión un viernes por la tarde-noche, como era de esperar. Pero, en fin, a falta de alguien con quien pasear acabé por entrar en el bar.

Como siempre, me situé en una de las esquinas del local, pefectamente amuebladas y acomodadas con sofás y mesas. En teoría me hubiera resultado más cómo dirigirme a la barra y distraerme allí, pero sabía que aquel era el coto de caza de mi hermano, y desde lo ocurrido con Miranda nos llevábamos peor aún que de costumbre.
Pasada la media hora, y tras hablar con diversos conocidos, me vi en la obligación de dirigirme a la barra para pedir algo para beber, e incluso antes de entreverlo desde la oscua lejanía, ya sabía que Vincent se encontraría por allí...

Y allí estaba. Perfectamente colocado en su lugar habitual, con su pose y su expresión interesante que tanto atraía a las chicas según él, su vaso de vodka en la mano, y la mirada atenta a todo par de nalgas femeninas que se movieran al son de la música. Resoplé y, sin más remedio, me acerqué.
- Un ron con miel, Johanne. - le pedí guiñándole un ojo con complicidad. Ella ya sabía lo que debía ponerme noche tras noche, por lo que no tardó en servírmelo.
Me acodé sobre la barra, y sin mirar a mi hermano dije:
- En la esquina derecha, sentadas sobre el sofa negro, hay un par de chicas interesadas.

Sabía más que de sobra que me había oído por encima de la música que retumbaba en las paredes del DaKnights, lo que no me esperaba era que me respondiera con tanta rapidez. Por lo general, solía prestarle más atención a las chicas que a todo lo demás que le rodeaba. Sin necesidad de voltear a verle supe que no me miraba. Cualquiera que no conociera la relación que manteníamos pensaría que hablábamos solos en lugar de hacerlo el uno con el otro.

Se burla, como siempre. Sin embargo ya había aprendido a no molestarme por ese tipo de tonterías que salían en forma de cascada de sus labios.
- No me es necesario aprender cómo hacer para meter a una tía en mi cama y luego echarla a patadas. Llevo viéndolo largo tiempo. Incluso me sé el protocolo. - comenté sin más. De hecho, todos los fines de semana acostumbraba a verle con una y con otra, cambiando como si fueran toallas húmedas de usar y tirar. Repugnante, pero así era él.

Tal y como suponía , no tardó demasiado en soltar uno de sus cínicos comentarios que tanto me jodían. Y, como no, trataba de Miranda. Giré rápidamente a verle, fulminándole con la mirada aun a sabiendas de que no la vería.
- Vuelve a hablar así de ella y te parto la cara. - gruñí. Él sabía tan bien como yo que hablaba en serio, claro que sí... Con Miranda no se jugaba, esa era mi única regla a respetar. - Que tú la hayas tratado como un objeto no quiere decir que lo sea, así que deja de hablar de esa manera.

Que pudiera hacerlo no significaba que lo fuera a hacer, eso era más que evidente. De hecho abía rechazado a más de una chica por la simple cuestión de que mi mente se encontraba con otra persona, en otro lugar, inclusive en una dimensión diferente... Básicamente, se encontraba con Miranda, allá donde ella estuviera.
Lo que para él era del todo impensable, como por ejemplo rechazar a más de cuatro tías así sin más, para mí era lo más normal, lo correcto y lo éticamente apropiado. Claro que, yo era estudiante de psicología, y la filosofía de Hook me influenciaba enormemente.
- Por supuesto, podría tirarme a cualquier tía con tan solo chasquear los dedos. - roté los ojos, esperando que su poca inteligencia racional captara la ironía que emanaban mis palabras... Sinceramente, no tenía demasiada fe en ello.

Excusas. Eso era lo único que podía oír cuando mencionaba a Miranda. "Es mi naturaleza", "Así soy yo", "No pude hace nada"... Bobadas que no hacían más que incrementar la profunda aversión que sentía hacia él. ¿Porqué demonios le temía tanto al amor?
Dejé escapar un exasperado suspiro. Él sabía mejor que nadie cuánto la amaba, pero se dedicaba a soltar trombas de comentarios despectivos.
- Precisamente porque estoy enamorado de ella quiero hacer las cosas bien, Vincent. - musité con infinita paciencia, mirándole fijamente. Para él las cosas eran tan sencillas como seleccionar a una chica, trabajársela lo justo, pasar una noche con ella y largarla de su vida. Fácil y rápido. Sin complicaciones ninguna.
La ironía que se palpaba parecía flotar en el ambiente siempre que abría la boca. Después de tanto tiempo ya me resultaba inclusive natural tras de tantos años.
- Si no fuera por lo que tú le hiciste las cosas serían más fáciles.

Podía asegurar que ésta era una de las pocas veces a lo largo de mi vida en la que le había prestado atención a Vincent durante más de medio segundo de manera seguida. No sabía si porque de verdad me interesaba o por puro respeto... No. Olvidemos la parte final. Ya no me quedaba ni una mísera pizca de respeto hacia él, y si la había, se había volatilizado nada más acabar su pequeño gran discurso. Manada, jauría, hembra, presa... Ya no sabía si hablaba de ligoteo o del ciclo reproductivo de los lobos.
- Tu lógica parece tan simple y llanamente sencilla que me dan ganas incluso de seguirte el juego para que te calles la boca de una vez por todas. Pero sé que si lo hiciera mi orgullo quedaría por los suelos al haberme comportado como tú. - me encogí levemente de hombros, como si mi razonamiento fuera el más universal del mundo.
Recargué mi pierna diestra sobre una banqueta cercana, mirando la pista de baile sin prestarle atención a nada en particular, tan solo pensativo. Quién sabe, tal vez incluso Vincent tuviera razón por una vez en su vida. Estaba seguro de que, de no ser por mis sentimientos hacia Miranda, ya estaría invitando a más de una chica a copas.

Volví a ladear la cabeza en su dirección, a pesar de que él ya se encontraba dándome la espalda para pedir otro vodka. Roté los ojos. De nuevo el pensamiento tan sumamente idealista de mi hermano brillaba con luz propia. Una luz tan oscura y repulsiva que a veces me preguntaba de dónde habían sacado mis padres tal ejemplar de hijo.
- Cómo se nota que nunca has estado enamorado. Tú prefieres ir de flor en flor, no entiendes nada de lo que se me pasa por la cabeza cada vez que la veo. - resoplé, mirando lo poco de ron que quedaba en mi copa - Tan sólo deseas su felicidad, esté o no esté a tu lado. Mientras ella sonría serás feliz, importándote una mierda lo que pueda ocurrir. Y tú, tú precisamente fuiste quien le hiciste daño... - fruncí el ceño, cerrando mis manos hasta convertirlas en puños. Sabía que estaba hablando con la pared, o en su defecto conmigo mismo. - Podrías haberte contenido un poco antes de haberle hecho eso.

Mi mirada volvió a recorrer la pista de baile, en busca de lo que ya sabía. En esta ocasión no le podía discutir a Vincent sobre ese tema, puesto que por más que mirara no encontraba más que babosos por allí y frescas por allá... Todo parecía girar en torno a una cosa: Sexo. Sexo, sexo, sexo y más sexo. A veces me preguntaba si era yo el que iba a contracorriente o el mundo era el que iba en decadencia. De una manera u otra, Vincent me había ganado éste asalto.
- Punto para tí. - fue lo único que alcancé a decir antes de dar el último trago y dejar la copa sobre la mesa. Parecía ser que para mi hermano todo tenía un determinado esquema que era fácil de seguir, incluso en el amor, experiencia que él no había sentido jamás. - Por supuesto que es complicado. Puedo amar a Miranda el resto de mi vida, pero no sirve de nada si ella no siente lo mismo. Es un juego de dos, Vincent.

Sabía que en vano iba a intentar hacerle ver mi punto de vista, así que sin más, me di por vencido. Éramos como perro y gato, aceite y agua, playa y montaña... ¿Qué me hacía pensar que la cosa pudiera cambiar? Nada. Pequeños haces de esperanza, suponía.
Sin embargo, hacía ya bastante que Vincent y yo no hablábamos durante más de 5 minutos. Si nuestra relación antes era meramente cordial, ahora era más que sabido que nos dirigíamos la palabra por obligación, poco más que eso. Pero, ahora que al menos conversábamos, si es que se le podía llamar así... ¿Porqué no formularle la dichosa pregunta que me había carcomido el subconsciente durante tanto tiempo?
Le miré por el rabillo del ojo.
- Tan solo dime una cosa. Una sola cosa, Vinz. - me paré unos breves instantes, no para darle más emoción ni gilipolleces de esa, pues no me interesaba dramatizar las cosas, sino tan sólo para mirarle de manera directa.- ¿Porqué lo hiciste? - como era de suponer, me refería a su ruptura con Miranda.

Puse los ojos en blanco, soltando un audible resoplido. Dejé la copa sobre la barra y me giré al completo para clavar mi mirada en él. Como era de suponer su contestación dejaba bastante que desear, eludiendo mi pregunta sin rodeos ninguno. Claro, ¿porqué iba a tener que respondérmela? ¿Para ayudar a sanar la ya cuestionable y casi inexistente relación de "hermanos" que manteníamos?

¡Qué va! Le era más fácil rehuir la pregunta que durante tanto tiempo me había arrebatado el sueño noche tras noche.
Solía buscar explicaciones y excusas para argumentar el porqué de su repentino cambio de opinión respecto a Miranda. Incluso conociéndole indagaba en lo más profundo de mi mente para buscar alguna buena acción a lo largo de todo éste tiempo que le exculpara. No obstante, nunca encontraba ninguna.
- Desde nunca. Aunque no está de más ser sincero con tu hermano por primera vez, ¿no? - arqueé una ceja.

Me parecía singular el simple hecho de que, de la noche a la mañana, hubiera cortado con Miri así, sin más. Debía de haber algo más, algo que, por alguna razón que desconocía, no contaba ni a presión. Su estereotipo de ruptura era totalmente paralelo al que había empleado con ella.