Obligaciones

Realmente no me importaba ir a la iglesia, aunque no lo había tomado la costumbre de ir todos los domingos, y eso que era católica. Pero este domingo era especial para mi padre, el representante de un partido político iba a la iglesia y él llevaba mucho tiempo detrás de él para que le contratasen para ser el fotógrafo de la campaña. Todavía no veía a mi padre trabajando en el tema de política. Él era el fotógrafo de modelos para las campañas bastantes importantes de ropa o de colonias, aunque empezara para National Geography, nunca me hubiese imaginado que tuviese que pasar por ahí, aunque él me decía, que era para poder tener un poco más en la cuenta de mi universidad, no sabía si era realmente para eso o para que su nombre tuviese más caché. Realmente no me había importado, hasta el momento en el que fue directo hacia él y se presentó con una gran sonrisa, y sacó su tarjeta. Me molestó, sin razón importante, quizás era por esa sonrisa de “Buah, de esto voy a sacar un pastón”. Con una mueca le dije a mi madre que me iba a tomar un poco de aire a otra parte. Empecé andar dejándola allí con una gran sonrisa mientras miraba a mi padre. No entendía nada, que yo supiese sus sueldos seguían estando al mismo número, para que mi padre hiciese eso, no eramos ricos, pero tampoco pobres, estábamos en la línea intermedia.

Me separé de ellos y fui intentando abrirme paso entre la gente que se arremolinaban a la salida de la Iglesia para saludarle. Cuando estuve a punto de salir de aquella marea noté como algo se enganchaba en mi rebeca negra que me tapaba mi camiseta gris de mangas cortas. Miré a mi brazo y vi como el botón y parte de la tela que acompañaba a este se desgarraba. Una voz me pidió disculpas por el estropicio causado.

- Mierda, era una de mis rebecas favoritas –Dije con bastante tristeza, me la había traído de mi última visita familiar a Australia, y le tenía verdadero aprecio- No pasa nada, ha sido un accidente. -Dije mirando todavía el lugar en la que hace cinco segundos había estado el botón.

Logre zafar la mancuernilla pero un botón se quedo atorado, bien, acaba de romper una de las principales reglas de mi padre, no llamar la atención a menos que fuera necesario, tenía que mantener un perfil bajo cuando se iniciaban las campañas de sus elecciones. Intente zafar el botón de mi mancuernilla, pero era algo complicado, no quería usar mis dientes, así que mientras la desatoraba con las manos mire a la persona con la que había chocado.

- De verdad lamento el incidente – me lleve una sorpresa al ver que era una chica no más grande que yo, intente sonreír para calmar la situación –Se que no es suficiente con ofrecer una disculpa por arruinar su ropa.

El hilo seguía sin ceder, opte por desabrochar mi mancuernilla, si aquella mañana hubiera hecho más caso a mi abuelo cuando me sugirió usar mancuernillas Cartier planas quizá no habría tenido aquel accidente, o bien si me hubiera quedado con los dos en lugar de escapar todo seguirá bien.

- Creo que esto le pertenece – no logre desenredarlos, así que doble un poco la manga de mi camisa y le entregue su botón junto con una de mis mancuernillas – ¿Existe alguna forma de reparar el daño?

Mire a mi alrededor antes de preguntar, mi padre y el abuelo seguían rodeados de personas, si me entretenía un momento tratando de arreglar mi error no notarían mi ausencia, aquello podría resultar más entretenido que conocer personas.

- Puede pedirme lo que quiera señorita, es lo menos que puedo hacer por usted.

A la segunda disculpa miré al causante de aquello. Un chico moreno, con el pelo rizado y en traje de chaqueta intentaba zafarse sin éxito del botón. Pude apreciar que cuanto más se movía más se quedaban enganchados. Tras unos segundos y unas disculpas más, optó por quitarse la mancuernilla causante y dármela junto con el botón, no pude evitar sorprenderme, no me esperaba que me lo diese.

- Si me traes una igual desde Australia te lo agradecería infinitamente –Le dije tras sonreír y encogerme de hombros , mientras miraba con pena el botón gris enrollado con gran habilidad en la mancuernilla–Pero me costó bastante cara, y además ha sido una accidente, da igual, no importa ya me compraré otra igual , o le pediré algún tío mío de allí que me la envíe –Le miré- Pero ha sido muy amable de tu parte en serio, además tú te has tenido que quitar la mancuernilla, a si que estamos en paz, no pasa nada.

Añadí y salí del barullo para alejarme de la sensación aplastante, que se le iba hacer, él no había tenido la culpa, además esa semana había tenido muy mala suerte, esto solo hacía aumentar esa bola.

- ¿Australia? – repetí por inercia, al escucharla.

Me sentía bastante estúpido estando de pie frente a una chica que estaba considerando linda, en aquella situación. Por más que mirara a mí alrededor no iba a llagar nadie a salvarme de seguir cometiendo errores. Se suponía que la iglesia era para tener un momento de relajación no para este tipo de cosas.

– El dinero no es un problema, pero me temo que no creo poder viajar a Australia hasta el próximo verano – sonreí, no era muy bueno intentando hacer que un momento de tensión pasara a ser divertido – Si usted lo considera necesario puedo pagar por eso.

Guarde silencio un momento me aprecio que hablaba con mucha seriedad, no sabía si estaba bien ofrecer dinero o no, no podía adivinar lo que ella estaba pensando, lo cual era un tanto frustrante.

– Y si se ofende por lo que acabo de decir pido una disculpa… e insisto si hay alguna forma en que pueda pagar por el daño hecho no dude en pedirlo, tal vez pueda ser solo con una bebida o algo más.

El chico del pelo rizado seguía con el mismo tema, parecía que no se iba a rendir hasta que le respondiese algo. Al menos era educado, otros quizás se hubiesen largado o incluso ni pedirían disculpas, tenía la agradable sensación que al menos todavía quedaban en la ciudad chicos con una parte de educación, al igual que Jackson. No pude evitar sonreír interiormente ante aquel encuentro, aunque secretamente, seguía sintiendo vergüenza por cómo le hice caerse.

-Soy de Australia, pero me mudé –Le dije tras que lo repitiese, todo el mundo se extrañaba cuando se lo decía, aunque realmente no sabía porque se lo había dicho a un desconocido.

Me quedé un poco traspuesta cuando oí que no iría hasta el próximo verano. No sabía que decirle, lo único que quería alejarme de allí, sobretodo porque estaba viendo como mi padre le estaba haciendo la pelota al candidato, por eso me descolocó cuando oí lo del dinero.

-¿Em? No, en verdad puedo pagármelo… No te preocupes –Fue lo único que llegué a decirle. Él era cabezota, no me dejaría que me fuera tan fácilmente. Pero no quería hacer que me lo pagara, aunque fuese lo justo en este caso, ninguno de los dos había tenido la culpa, y no era justo que pagase él por algo que había sido un accidente, pero mi opinión cambió cuando oí lo de la bebida, no veía otra vía de escape tan fácil y además también para pagar su “deuda”, por decirlo de algún modo- Bueno vale, te dejo que me invites a un café, pero solo para que dejes de tener alguna deuda conmigo –Me reí, y le estiré la mano- Britt Maxwell.

En ese mismo instante, le observé más detenidamente. Era guapo, para qué negarlo y los rizos le daban un toque más gracioso