The wind against my face [Jude]

El viento chocó contra mi cara, consiguiendo que mi cigarro se apagase. Chisqueé la lengua contra el paladar, un tanto mosqueado.
Del bolsillo derecho de mi chupa, saqué un mechero. Bueno no, saqué el mechero. Aquel que la estúpida de Lawrence me regaló cuando cumplí los 16. El que cuidaba como mi propia vida porque a aquella niñata se le había antojado secuestrarme todo un día para tenerme solo para sí misma, regalándome el mejor día de mi vida y aquel cacharro como recuerdo.
Fui parando poco a poco, hasta quedar totalmente quieto en mitad de la calle. Suspiré y encendí el mechero, haciendo que una llama titubeante bailase delante de mi cara. Tapé el aire con la otra mano y acerqué el cigarrillo al fuego.
Di una calada y eché el humo por la boca, mientras apagaba y observaba con detenimiento aquel mechero. Sencillo, cuadrado, de acero y con una única inscripción: I'll always be there, big boyn.
Una carcajada medio sarcástica salió desde mi garganta. Hasta aquel día, no había momento que no estuviésemos juntos, casi inseparables. Dos meses después, y por motivos que aún desconocía, empezó a distanciarse de mí. Apenas nos veíamos, éramos más fríos el uno con el otro y... era como hablar con un bloque de hielo. Todo la ternura y la dulzura de la que estaba acostumbrado en ella desapareció de la noche a la mañana...

Aunque no tenía prisa, caminaba más rápido de lo normal. Quería llegar a casa con tiempo para no agobiarme luego con los deberes, además tenía que encargarme de alguno asuntos de la fiesta de Navidad del instituto. Como todos los años la asociación de alumnos de la que era casi presidenta se encargaba de ello, y no por criticar pero parecía que la única que hacía algo allí era yo. Algunas veces me preguntaba si era tan ingenua como la gente se creía. Negué con la cabeza, que cosas tenía por dios.

Hacía bastante frío en la calle, el otoño había entrado con bastante fuerza, tenía los labios completamente cortados del aire frío contra el que estaba luchando. Éramos el viento y yo, y pensaba llegar a casa sana y salva. Me abracé bien fuerte, y me coloqué el pañuelo del cuello de modo que me cubriera aún más si era posible. Llevaba el pelo recogido en un moño mal hecho, me quité la gomilla. Al menos así estaba un poco más calentita, o al menos eso quería creer.

El ruido de sus tacones resonaba con el contacto del asfalto, no había ni un alma por allí, lo que me estaba empezando a poner algo nerviosa. No me gustaban las calles solas... ¿y si me asaltaba algún borracho? Pegaría un grito que se enteraría todo el vecindario, pero... ¿y si me tapaban la boca? Bueno... papá siempre me daba un spray anti-violadores. Suspiré intentando no pensar en ello, me iba a volver demasiado paranoica.

Justo cuando iba a cruzar la calle me choqué con una gigante, porque aquel cuerpo no era normal.

- Ups perdón.- dije mirando hacia arriba, pero mi expresión pasó directamente al pánico.- ¡Kev!

Estaba yo ahí en mitad de la calle, tan tranquilo, sin molestar a nadie... Cuando noté como se chocaban conmigo. No es que me hubiese hecho daño, ni mucho menos, pero me había pillado de improvisto. Me giré hacia la susodicha persona para ver si merecía la pena ponerse a gritar o hacerse el buenazo para conquistar. Maldita mi sorpresa cuando vi que era la rubita. Inconsciente, una sonrisa cruzó mis labios, pero su expresión de... ¿disgusto? me hizo ponerme serio en menos de una milésima de segundo.
Me acordé de cuando nos conocimos, tan solo siete inocentes años pesaban sobre mi espalda. Y ella, un mico que moqueaba porque nadie quería dejarle un plastidecor, me trastocó todo cuanto conocía en apenas una semana.
Y ahora, doce años después ahí estábamos, uno frente al otro porque nos chocábamos por la calle... Porque si no, ni hablaríamos.
Di un paso atrás, pasándome una mano por el pelo.

- Jude, cuanto tiempo. ¿Cómo... cómo te va la vida?

No podría creermelo, ¿por qué tenía que encontrarme, bueno encontrarme... chocarme con Kevin? Me acordé del dicho "el mundo es un pañuelo", y qué lo digan. Había estado evitándole numerosas veces, incluso me llegaba a esconder detrás de una cabina telefónica sólo para no toparme con él. Estaba colada de él hasta las trancas. Éramos muy amigos, confiaba en el más que en nadie, pero cuando empecé a sentir aquello por él me asusté. Conocía a Kevin demasiado bien, y era un mujeriego, además era mayor, y sabía de sobra que una niña como yo no podría interesarle por asomo.

Así que decidí evitarle, pasar de aquel tema que tantos quebraderos de cabeza me estaba dando. Sé que me porté fatal con él, lo aparté de mi vida y fui egoísta, pero ya no podía volver tras mis pasos, tenía que asumir con las consecuencias. No sabía si el estaba enfadado o no... las chicas nunca mencionaban nada al respecto para que yo no me sintiera mal, pero era algo que no podía ignorar y a la que siempre estaba dándole vueltas.

Levanté la cabeza y le miré, aquellos ojos azules otra vez, aquella sonrisa pícara que tantas veces me había hecho suspirar... Las piernas empezaron a temblarme, como de costumbre cuando le veía, me convertía en una chica torpe y nerviosa a más no poder.
Me entraron unas ganas enormes de abrazarle, pero me contuve hasta lo que mi cuerpo podía aguantar: nada.

- Kev.- dije mientras me acercaba a él y le abrazaba con unas ganas horrorosas, había echado eso demasiado de menos durante estos últimos meses.

Noté su mirada sobre mis ojos. Y sin tan si quiera pensarlo y sin poder evitarlo, la sonrisa volvió a mis labios.
Los años de práctica había conseguido que me relajase cuando estaba a su lado. Al principio era un manojo de nervios, sin poder estarme quieto y con las manos temblando. Ahora era casi casi inexistente cualquier rastro de nerviosismo delante de ella.
Pero supongo que hay cosas que uno no se espera. Como que un marciano llegue a la Tierra, como que un profesor te invite a la mejor fiesta de tu vida o que Jude me abrazase como en antaño sin ninguna reparación. Cosas que estaba seguro que jamás ocurrirían... Pero hay días que las sorpresas te dan un guantazo en la cara. Y no, los marcianos aún no han llegado y mi antigua profesor de matemáticas seguiría siendo tan aburrido como yo recordaba.
Pasé un brazo por su cuerpo, estrechándola contra mí, notando como mi sonrisa de felicidad pasaba a ser una sonrisa de gilipollas...

- ¿Cuántas veces he tenido que emborracharte para conseguir tan solo un abrazo tuyo? Creo que intentaré chocarme más veces contigo por la calle.

Reí levemente, cuando la última palabra de mis pensamientos volvió a resonar. Gilipollas. Si, gilipollas me sentía yo haciendo todo esto. ¿Desde cuándo me ponía yo tan moñas? ¿Desde cuándo un simple abrazo de Jude me hacía estar así? Vamos, el tema de Jude lo superé ya hace añitos, que parecía aún un crío, joder. Ella tan sólo era mi amiga, una gran amiga, la mejor posiblemente...
Trataba de autoconvencerme de ello, pero por alguna parte, una cosa a la que algunos llamaban subconsciente, sabía que no llevaba razón.

Durante apenas unos segundos más, alargamos aquel abrazo. Mi mente divagaba por aquel pensamiento que tanto me había impresionado. Decidí no darle importancia. A fin de cuentas, llevaba mucho tiempo sin saber apenas nada de Jude, era normal que me hiciese ilusión ver que después de tantos meses seguíamos teniendo confianza.
Se separó de mí y yo bajé los brazos, metiendo las manos en los bolsillos delanteros de mis vaqueros. Tras unas risas, su expresión se volvió más seria. Yo por mi parte, la imité, tomando aquel semblante neutral que solía adoptar en este tipo de situaciones. Aunque no pude hacer menos que abrir los ojos ante aquella confesión.
Una minúscula sonrisa asomó por mis labios y mis hombros se encogieron levemente, quitándole hierro al asunto.
Saqué la mano derecha del bolsillo y alboroté su melena ya despeinada. Reí levemente, volviendo a la postura anterior.

- Nada mocosa, no eres la primera que me deja de hablar durante unos meses. Y al final siempre acabáis volviendo. - Sonreí levemente, mirando hacia otro lado y pasándome una mano por el pelo. Hablar de estas cosas con la rubia nunca se me había dado bien. - Aunque admito que te prefiero como amiga que como enemiga.

Sonreí ampliamente cuando me llamó mocosa, ¿cuánto hacía que no me llamaba así? Demasiado tiempo, demasiado tiempo. Mecachis,¿por qué tenía todo que ser tan complicado? La vida debería de tener un manual de instrucciones para saber lo que te tengo que hacer en cada situación, en cada momento...

Me preocupé cuando dijo aquello. ¿Más gente le había dejado de hablar? Pensé en quién podía haber sido, pero no se me ocurría nadie. A lo mejor es que no los conocía, Kev era tan extrovertido... conocía a mucha gente, sobre todo chicas. Aquel pensamiento no ayudaba, siempre tenía que salir a la luz aquel sentimiento que me había hecho tanto daño en antaño.

Me agarré del brazo de Kevin y tiré de él empezando a caminar.

- No es que volvamos...- dije meditando mis palabras.- Es que me tropiezo con un armario empotrado llamado Kevin, que casi me tira al suelo.- le miré sacándole la lengua.- Bruto.

Sonreí cuando tiró de mi brazo, para después pasarlo por encima de su hombro. Andamos así un largo trecho, hablando como siempre lo habíamos hecho, con toda la confianza del mundo y más.

- Pues si para que me hables tengo que conseguir que choques contra mí, pondré muñecos con mi cara por tooooooda la ciudad.

Puse una cara infantil, como cuando le das a un niño de tres años su primera pelota, ante la idea de que toda SunPark estuviese llena de millones de Kevs.
Miré hacia uno de los escaparates mientras las carcajadas seguían saliendo de mi garganta. Vi un vestido muy sexy en él, corto y rosa fucsia.
Me giré totalmente, haciendo que Jude y yo quedaramos frente a él.

- Venga mocosa, que te debo un regalo de cumpleaños... Si quieres, te lo compro.